Sabemos que Leonardo Da Vinci fue un gran genio, que pinto la Mona Lisa y la ultima cena, también conocemos que fue ingeniero, arquitecto y anatomista entre otras cosas. Lo imaginamos como un hombre con una personalidad abstraída, siempre meditando acerca de sus complicados experimentos. Pero no era esa su personalidad, en realidad, Leonardo, era un hombre con los pies sobre la tierra, lleno de sentido común y muy consciente, tanto del entorno que lo rodeaba, como del tiempo en que le tocaba vivir. No por coincidencia se le considera la “gran” figura del Renacimiento, período que marca el nacimiento del mundo moderno.
Ningún invitado deberá poner su pierna encima de la mesa.
No tomará la comida de su vecino, sin pedirle permiso antes.
No colocará trozos de su propia comida, masticados a medias, en el plato de su vecino, sin primero preguntarle.
No pellizcará y tampoco golpeará a su vecino.
No se llevará el dedo a la nariz ni al oído mientras conversa.
No conspirará en la mesa (a no ser que lo haga con Mi Señor).
No golpeará a los sirvientes (sólo puede hacerlo en caso de defensa propia)...”
“El protocolo codifica las reglas y normas que ayudan a organizar los actos sociales, dando a cada participante las prerrogativas, privilegios e inmunidades que les corresponden, y la etiqueta nos trata sobre como nos debemos presentar y conducir en estos actos sociales”. Qué más les puedo decir. Leonardo no estaba tan equivocado.